En esas ocasiones cuando conoces el destino al cual quieres llegar, sufres un accidente y te quedas a la mitad del camino.
Derepente alguien pisa el acelerador y te lleva por nuevos rumbos, nuevas rutas, nuevas experiencias.
Los semáforos cambian de color, el ruido del tráfico cambia de sonido y la dirección de las calles pierden su sentido.
Vas en la nueva ruta a 1000 kilómetros por hora y no tienes la más mínima idea en donde y cómo pararás.
El destino es lo que menos importa, la intensidad de la velocidad, los nuevos colores, las nuevas sensaciones en tu cabeza es lo que ahora me provoca.
Está encendido el pilóto automático, no sé hacia dónde está programado, sólo me dejo llevar mientras las nuevas sensaciones, colores y sonidos en mi cabeza sigan estallando.
No hay amor, no hay medida, no hay inocencia, no hay salida, sólo riesgos.
Ya soy libre de conducir sin rumbo.
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